Si las empresas no proyectan su futuro, la competencia se encargará de hacerlo. Una buena herramienta para planificar los pasos a seguir, e involucrar en ello a toda la estructura de la organización, es el despliegue estratégico. El camino es largo y difícil: en la marcha se debe modificar tanto el rendimiento de la compañía como su cultura.
El cambio debe ser general e involucrar cada área y cada iniciativa que emprenda la organización, desde la medición de la calidad hasta el benchmarking y el benchbreaking. Sobre todo, no se debe perder de vista la misión que la empresa se ha trazado y, para lograrlo, primero es necesario ajustar todos los cabos de la formalización y la planificación, sin olvidar cuáles son las prioridades. Muchas firmas tropiezan en el tercer paso la implementación.
En esta etapa es imprescindible que la estrategia operativa sea clara, hacer que cada participante de la compañía entienda su rol en ella y que, finalmente, se evalúe el desempeño de la implementación. Para cada etapa hay iniciativas útiles a tener en cuenta.
Todas las empresas entienden que deben seguir una gestión de políticas pero la mayoría todavía no logran llevarlo a la práctica.